Unión Nacional de Trabajadores

LA REFORMA SOCIAL Y DEMOCRATICA DEL ESTADO

  1. INTRODUCCIÓN

Es evidente que los Pactos Económicos establecidos principalmente desde 1982 con el ascenso de las políticas neoliberales se encuentran agotados. En un principio se pensaron como acuerdos de corto plazo para salir de la crisis económica, que en ese momento se manifestaba principalmente como un fenómeno inflacionario. Se convirtieron, después en instrumentos políticos permanentes de los gobiernos para superar la crisis económica y emprender la reestructuración productiva del país, vía el control sobre los trabajadores y sus organizaciones.

Los pactos económicos desde entonces han sido parte central de la política económica y social de los programas gubernamentales, hoy son inoperantes para poder resolver los problemas económicos más apremiantes en que se debate la sociedad mexicana.

Cabe agregar que desde su nacimiento, los Pactos se configuraron como formas para el establecimiento de consensos únicamente entre las cúpulas de los sectores productivos del país: patrones, trabajadores y gobierno; con la finalidad de regular la compra-venta de la fuerza de trabajo y como mecanismos de control social y político, para garantizar el desarrollo de la estrategia económica. Con ello queda claro el carácter corporativo de los Pactos y su carácter obligatorio para la sociedad.

 

Hoy evidente que lo que se firma como Pacto consiste en la decisión autoritaria del gobierno en materia económica y no el establecimiento de los consensos entre los auténticos representantes. En principio, porque los firmantes representan poco o nada a los sectores y lo que se decide, en su gran mayoría, es contrario a los intereses de los trabajadores y sus organizaciones.

Sin embargo, la estrategia para salir de la crisis económica aceleró la reestructuración productiva pero controló la recomposición social y política de los trabajadores y sus organizaciones. La experiencia de los Pactos en este sentido así lo demuestra, al coadyuvar a la imposición de la política de la flexibilización salarial.

Esta política de flexibilización, cambió la composición salarial al alterar las diferencias entre los salarios contractuales y los salarios mínimos, al abaratar la mano de obra, y al disminuir la participación del trabajo en el ingreso nacional. Al mismo tiempo, evidenció la inoperancia de organismos que sólo refrendaban la política económica del gobierno sin importarle sus representados, como la CTM y otros integrantes del Congreso del Trabajo.

Con el advenimiento del neoliberalismo, la regulación de la compra-venta de la fuerza de trabajo, elemento central en la definición de los pactos, puso en el centro el control de los aumentos salariales, comúnmente llamados "topes salariales". Esta regulación significó un serio golpe a las organizaciones sindicales y no se puede explicar sin su debilitamiento o, su subordinación a políticas contrarias a los trabajadores. El control político que el gobierno realiza para cumplimentar su proyecto económico, es cada vez más cuestionado a medida que no se ve ninguna mejoría ni recuperación en los niveles de vida de los trabajadores. Aunque es importante señalar que muchas organizaciones se opusieron desde el nacimiento de los Pactos a su funcionamiento, y se lograron resistencias importantes a los acuerdos, el cuestionamiento más importante no provino sólo de los trabajadores, viene también del repudio masivo a la política económica y a sus formas excluyentes que le son inherentes, que se expresó recientemente vía el voto popular del pasado 6 de julio.

Por lo anterior creemos que no debe seguirse sosteniendo una política de pactos concertados cupular y corporativamente, que han demostrado ser incapaces de traer consigo, en su cortoplacismo irresponsable y engañoso, los cambios estructurales que la economía mexicana requiere para recimentarse sobre nuevas bases de eficiencia productiva y de justicia social.

La política de pactos neoliberales debe terminar porque su desgaste revela el agotamiento de un esquema histórico seguido por el Gobierno Mexicano para el diseño, elaboración e instrumentación de políticas públicas.

Los pactos corporativos son la expresión de un sistema autoritario de toma de decisiones, de planificación y de aplicación de políticas públicas que con diferentes denominaciones y modalidades se ha seguido en nuestro país a lo largo de varias décadas. En estos, los participantes son presionados y subordinados por el gobierno o simplemente, ignorados para obligarlos a aceptar en los hechos una serie de medidas insuficientes y de elevado costo social. Prescindir de ese esquema autoritario es hoy posible y necesario.

Los sindicatos agrupados en el Foro "El Sindicalismo ante la Nación" consideramos que la participación plural y democrática de los actores por medio del consenso democrático y de un equilibrio responsable y no patrimonialista del poder son una alternativa para reemplazar a los pactos cupulares y corporativos con nuevas estructuras democráticas de toma de decisiones e instrumentación de políticas públicas.

Insistir en el mismo esquema de pactos es un contrasentido ante los procesos de democratización y de cambio que se han consolidado como el gran lineamiento, como la única orientación incuestionable del quehacer político en nuestro país. Sostenerlo implica un grave riesgo, un obstáculo, un retroceso para la consolidación del proceso de cambio democrático que vivimos, y que ha mostrado ser responsabilidad y propiedad de todos los mexicanos, y no patrimonio de una persona, elite, institución o partido político.

Los cambios que se expresaron el 6 de julio sirven de impulso para las transformaciones pendientes y para hacer de la democracia la pluralidad, la tolerancia y la participación, lo cotidiano y lo ordinario en los diferentes segmentos de la convivencia social. De aquí que los pactos corporativos para respaldar las políticas económicas y sociales del gobierno deben ser reemplazados por verdaderos acuerdos sociales entre el gobierno, los diferentes organismos sectoriales, las organizaciones sociales representativas, los partidos políticos y los ciudadanos por la vía directa mediante procesos democráticos de discusión y consenso, lo que fortalecería las políticas públicas y la soberanía de la nación.

Es por ello que durante los próximos meses y años, la reforma desde la sociedad y en forma democrática de las políticas públicas será una de las estrategias e instrumentos más importantes para el avance y la consolidación de la democracia en nuestro país, para redefinir al Estado, establecer un nuevo pacto social y consensar el perfil del país que queremos ser en los escenarios mundiales de la globalización y de la compleja interdependencia.

 

Por su naturaleza y característica, las políticas públicas constituyen espacios para la discusión y la participación plural, pero también para la necesaria construcción de consensos, acuerdos y compromisos que resuelvan, en el corto y en el largo plazo problemas concretos y expectativas reales de gestión y de representación de intereses de los más diversos actores sociales.

En un proceso de construcción democrática con el que se vive en México, la discusión y construcción de consensos en torno de las políticas públicas específicas y sectoriales puede construir una garantía de avances más sólidos y estables que den certidumbre y fortaleza a la consolidación democrática. Puede ser además, sobre todo, la clave para resolver problemas ancestrales de desigualdad, de injusticia y de corrupción que no hallaron, ni podrían haber hallado solución en los esquemas cupulares y corporativos tradicionales.

Por esto, una de las grandes lecciones cívicas de la jornada electoral del pasado 6 de julio fue el voto contra esos viejos esquemas y generó una nueva composición política que obligará a todos sus integrantes a dialogar, a consensar, a repensar la política y el ejercicio del poder.

La reciente reforma político-electoral, pese a sus insuficiencias, abrió causes a la participación activa de la sociedad que ahora permite avanzar en la democratización de otros espacios de la vida nacional. Es indispensable dar mayor alcance a la participación ciudadana para la reforma social del Estado, de manera que así como hoy se debate abierta y públicamente la vida político-electoral, la responsabilidad de los funcionarios, de los partidos y otras instituciones, se discutan y se consensen también la política económica y la representatividad de las organizaciones sociales.

Los consensos deberán buscar no sólo la solución coyuntural y parcial de los problemas sino que deberán estar soportados por una visión de largo plazo con un concepto integral de proyecto de Nación y con metas y propósitos alcanzables, respaldados por la movilización y la participación de la población en su conjunto.

Para ello, proponemos como mecanismo para impulsar los acuerdos y los consensos y para la discusión misma de los problemas y de sus soluciones, aprovechar los espacios del poder legislativo, tanto federal como estatal, de manera que diputados y senadores no sólo representen los intereses de los partidos a los que pertenecen sino, sobre todo, los de la población que les otorgó su voto y su confianza. Otro medio para lograr este objetivo es la negociación directa con el poder ejecutivo para incidir en las decisiones de gobierno y con los partidos para llegar a acuerdos, a alianzas y a acciones comunes, manteniendo siempre nuestra independencia y autonomía sindical.

Para que el proyecto sea verdaderamente nacional, proponemos adicionalmente construir acuerdos con otros sectores representativos de las sociedad-empresarios, pequeños propietarios agrícolas, organizaciones civiles, etc., así como realizar un acuerdo extraordinario para involucrar a los medios impresos y electrónicos de comunicación para llevar a la opinión pública un debate informado y serio de los problemas y de sus soluciones. Y, finalmente, para crear un círculo virtuoso en este proceso democrático de consensos y de acuerdos, se requiere legislación para crear mecanismos de participación ciudadana como el referéndum y el plebiscito, a efecto de que los asuntos y las decisiones fundamentales sean sometidas al voto universal, directo y secreto de los mexicanos así como construir los mecanismos ciudadanos para vigilar y evaluar el cumplimiento y los alcances de las políticas públicas.

Este proceso de democratización de la interlocución de las organizaciones sociales obliga a la máxima congruencia y representatividad de estas y las impulsa a crear una nueva relación con la sociedad, para representarla también en términos de comunidad, de nación, de soberanía y de política internacional. Esta nueva relación con la sociedad romperá de manera definitiva con el encierro gremial y corporativo que muchos sindicatos han mantenido como única práctica posible y conocida.

De esta manera la democracia y la pluralidad no serán sinónimos de aislamientos, de rebeldía, de privilegio o de marginalidad. Se convertirán en los mejores y más importantes eslabones que tendrán los sindicatos con la sociedad en su conjunto. Será también, por lo tanto, el mejor instrumento para participar activa, propositiva y autónomamente en la reforma del Estado y en la redefinición del proyecto nacional.

 

  1. ANÁLISIS ECONÓMICO GENERAL

La política económica ha sido una de las áreas de política pública que históricamente han padecido en mayor medida los embates y consecuencias de los esquemas autoritarios y cupulares de toma de decisiones, en detrimento permanente de la inmensa mayoría de la población. Por esta razón, en un contexto de cambios democráticos, su discusión constituye una de las áreas estratégicas, social y políticamente ineludibles para la reforma social y democrática del poder y de las políticas públicas, revalorando de esa manera la soberanía nacional ante la globalización.

Pero para que verdaderamente contribuya al avance democrático, la discusión sobre la política económica no puede ni debe convertirse en un escenario de confrontación ni de intransigencia, sino en un espacio para los consensos y para impulsar cambios no sólo de tipo económico, sino políticos y sociales.

 

A fin de no caer en la utopía, la discusión de la política económica y los consensos en torno de ella deberán considerar, responsable y objetivamente, las limitaciones y las posibilidades que a las economías nacionales imponen los entornos globales dominados por la interdependencia compleja y por las corporaciones multinacionales, que hoy son dueñas de cerca de las tres cuartas partes del total de la producción, del capital, de la inversión, de los recursos y de la tecnología a nivel internacional, y que son las verdaderas autoras de los esquemas de privatizaciones, de desregulación y de liberalismo económico en todo el mundo, con el beneplácito de los Estados y capitales nacionales y de los gobiernos.

En este sentido, toda política económica verdaderamente alternativa y democrática, deberá considerar esta realidad y proponerse, abrir posibilidades de diálogo y de consenso, de interlocución y de fuerza social multinacional e internacional con las verdaderas dueñas y concentradoras de la riqueza y del poder en todo el mundo, es decir, de las grandes corporaciones multinacionales.

Es necesario que los gobiernos nacionales cuenten con un amplio consenso social, con una legitimidad sólida, a efecto de poder encabezar y asumir el liderazgo en la interlocución con las multinacionales y en la discusión de un nuevo orden mundial. Los recientes triunfos electorales hacia la izquierda y en contra de las políticas "neoliberales" en varios países del mundo en los últimos años y meses, son significativos pues parecen apuntar el inicio de un proceso de nuevos consensos nacionales en torno de las políticas económica y social.

Sin lugar a dudas, los aspectos financieros, monetarios, comerciales e incluso fiscales de la política económica de los países, están determinados por los intereses de dichas corporaciones, y de la misma manera lo están los aspectos sociales, de aquí el incremento dramático de la pobreza y de la desigualdad en todo el mundo durante los últimos veinte años. De aquí también que las transformaciones financiera, monetaria, comercial o fiscal, no puedan darse sin considerar la variable poderosa y determinante de las multinacionales o al margen de su participación y compromisos.

La revisión de acuerdos comerciales como el TLC, la renegociación de la deuda externa o la redefinición del sistema monetario internacional no deben plantearse ni asumirse, estratégicamente, como cuestiones sólo de interés nacional, ya que son problemas que enfrenta la mayoría de los países, como expresión de las grandes irregularidades que presenta un nuevo orden mundial caracterizado por grandes transformaciones democráticas, pero al mismo tiempo, paradójicamente, por la resistencia de las peores arbitrariedades y asimetrías en la distribución de la riqueza y del poder.

 

Hoy más que nunca, ninguna propuesta seria y responsable puede pretender que nuestro país esté aislado o pueda transformar y resolver por sí solo problemas epidémicos como el desempleo, los bajos salarios, la desvalorización del trabajo, la polarización social, la inestabilidad financiera o las desventajas del libre comercio.

Por ello, el planteamiento de una política económica alternativa exige, además de identificar las áreas prioritarias susceptibles de ser resueltas por la vía de los consensos nacionales entre una gama plural y representativa de actores, la necesidad de una nueva estrategia internacional, que nos permita enfrentar en mejores condiciones la fuerza y el poder inconmensurable de las multinacionales y de los mecanismos e instrumentos que estas han desarrollado para reacomodar la economía, las finanzas, el comercio y la política mundiales en favor de su acumulación y de sus intereses expansivos y sin compromisos sociales.

De lo que se trata, finalmente, es de construir una alternativa mejor que sea sustentable para el cumplimiento cabal de la responsabilidad social del Estado. Alternativa en la que mediante la lucha social legal e institucional, la participación política, los consensos y la construcción de nuevas estructuras de representación social y política nacional e internacional que hasta ahora no existen (como aquéllas necesarias para establecer una interlocución social reconocida, eficaz y respetable con las multinacionales) se consiga un nuevo equilibrio económico, social y político entre los actores, una nueva fórmula en la que se consideren no solo el mercado y las ganancias sino el empleo y el bienestar social. Se trata también hacer sustentable al propio mercado, cuya expansión está amenazada por la reducción de los mercados internos, del desempleo y de los bajos salarios.

Es necesario, para todo esto, emprender una intensa e innovadora acción política y social, partiendo, sí, de la discusión y de los consensos en torno de la política económica, pero teniendo como perspectiva la transformación del Estado y un nuevo pacto social. Las áreas prioritarias de la política económica sobre las que es socialmente indispensable empezar a construir consensos y un verdadero "frente nacional" son: el empleo, los salarios, la política fiscal y la distribución del ingreso, las tarifas y precios del Sector Público así como las llamadas <<políticas industriales>> o la política productiva del país en sectores y cadenas estratégicos. De manera inevitable, esta discusión sobre la reforma microeconómica y sus consensos llevarán a las áreas hasta ahora dogmatizadas e "intocables" de la macroeconomía: la deuda externa, la política monetaria, la política comercial internacional.

El movimiento sindical asume que el empleo, el salario, la política social, la calidad de vida y la distribución del ingreso no pueden ser más subproductos de estas áreas, sino los nuevos ejes para la reestructuración de las economías y los mercados. Por ello sostiene que, de ser necesario, las prioridades de la política económica deberían de ser sometidas a referéndum entre la población.

Proponemos que algunos de los grandes temas que se sometan a discusión y a consenso, como parte de la democratización de las políticas públicas y de la transformación de la política económica sean:

Refrendamos el compromiso de mantenernos al lado de nuestro pueblo en la lucha por transformar la injusta estrategia económica actual, por otra que respete nuestros derechos, mejore las condiciones de vida y de trabajo de los asalariados, proporcione empleo digno, defienda la soberanía nacional y respete el patrimonio de todos los mexicanos, como son: la educación pública, la seguridad social e industrias estratégicas y todos aquellos sectores vitales para un desarrollo nacional con independencia y justicia social.

Consideramos urgente dialogar y tomar posición frente a diversas iniciativas gubernamentales tales como la desincorporación de empresas públicas, muchas de ellas de carácter estratégico, como es la petroquímica secundaria, e impulsar procesos transparentes de negociación e incorporación de las propuestas de los actores políticos y sociales comprometidos en defender los intereses nacionales.

Además de la defensa del patrimonio nacional, la instrumentación de un modelo de desarrollo como el que aspiramos y que parte de los siguientes objetivos:

Para darle viabilidad al proyecto económico soberano y en defensa de los trabajadores, éste debe incluir en relación con:

  1. Defensa del empleo y recuperación de la planta productiva.

El establecimiento de un acuerdo productivo nacional amplio, consensado por los órganos respectivos de todos los sectores que supere rezagos e injusticias.

La defensa del empleo, el salario y condiciones de trabajo, como parte de la lucha por la planta productiva, por encima de intereses especulativos y de fórmulas meramente financieras.

La creación del seguro de empleo y la disminución de la jornada de trabajo sin detrimento del salario.

Los problemas que la modernización plantea a la clase obrera reclaman un proyecto que aborde, desde la óptica de su cultura laboral y sindical, problemas tales como la productividad, la calidad, la eficiencia y la eficacia, las fórmulas patronales que, con el pretexto de la flexibilidad; pretenden burlar y aún mutilar las conquistas laborales, demostrando que no conducen más que a la explotación de la fuerza de trabajo, al ataque de los contratos colectivos y al aumento del desempleo.

  1. Medidas para impulsar el mercado interno.

Aumento de Salarios.

Aumentar significativamente los salarios mínimos, con el objetivo de restituir el poder adquisitivo perdido en los últimos 20 años, y la definición de políticas para la protección y estímulo del consumo.

Libre negociación de aumentos salariales y contractuales sin imposición de topes por parte del gobierno, con la flexibilidad para considerar la capacidad y los plazos de cada empresa y de cada rama de la producción respetando la bilateralidad y la libertad de las partes para negociar dichos aumentos.

Los aumentos salariales no son necesariamente inflacionarios. El aumento en el costo de la mano de obra puede ser compensado por el aumento de la productividad, pactado entre empresa y sindicato. Esta creciente productividad social permite considerar que la reorientación del actual modelo económico no sólo es posible, sino que convierte en prioridad social y económica el fortalecimiento del mercado interno y la generación de empleos productivos que permitan recuperar el poder adquisitivo perdido.

De esta manera se puede activar la producción mediante, un aumento significativo de la demanda interna.

  1. La reforma social de la política laboral.

El trabajo, única fuente legítima de riqueza y bienestar para el país y las personas, está siendo destruida, degradado y desvalorizado, miles de mexicanos han sido desplazados de las actividades productivas y lanzados a las filas del desempleo y los salarios de la mayoría de los trabajadores han caído dramáticamente.

 

Por ello, es indispensable establecer propuestas claras y consensadas para la transformación social y productiva del modelo económico del país en las que la revalorización del trabajo, del trabajador y del sindicalismo tengan prioridad.

Los acuerdos macroeconómicos tienen que derivar en concertaciones microeconómicas que reconozcan las condiciones particulares de cada sector, cadena o región productiva, y en las que los trabajadores y sus organizaciones sindicales representativas elaboren planteamientos y principios que conduzcan a una transformación social y productiva de la política laboral y económica del país.

Esta concertación microeconómica debe ser el sustento de un acuerdo social que comprometa a trabajadores y empresarios con el desarrollo integral y justo del país y responsabilice al gobierno de su conducción democrática.

Para nosotros la transformación productiva y laboral del país significa la democratización y apropiación de los procesos de trabajo, representa una actitud diferente de los trabajadores y sus organizaciones frente al ámbito productivo que privilegia su capacidad propositiva y organizativa y que debe repercutir en un mejoramiento permanente de su nivel de vida y de trabajo, proponemos por tanto, que se realice una efectiva consulta nacional por ramas, cadena y región productiva, en la que todas las organizaciones de trabajadores puedan hacer sus propuestas libremente, ya que consideramos que cambios reales en lo productivo y laboral se darán en la medida en que los propios trabajadores participen en su discusión y los asuman en su implementación.

  1. Ahorro interno.

El financiamiento del desarrollo debe fincarse en lo fundamental en el ahorro interno, el cual se logra con inversiones productivas, elevación de los ingresos de la población y condiciones favorables en el terreno de la economía y no sólo de instrumentos financieros o del manejo privado del ahorro de los trabajadores.

  1. Política fiscal.

El gasto público debe reorientarse y aumentar paulatinamente, con objeto de fortalecer las acciones productivas y sociales del sector público en favor de la planta productiva y de la población, priorizando el crecimiento, el desarrollo de áreas y sectores estratégicos en un proyecto de largo plazo y del gasto social.

 

 

Lo anterior supone, entre otras cosas, una reforma fiscal que permita:

Algunas reformas fiscales deben ser:

  1. Las carteras vencidas.

Las carteras vencidas no sólo es un problema de los deudores; en muchos casos es producto directo de las altas tasas de interés y de su alza indiscriminada y de la ineficiencia con que funciona el sistema bancario nacional, que se subsana con crecientes costos de operación y con la búsqueda de altos rendimientos que no corresponden a la funcionalidad real de la banca.

Los intereses sobre intereses y los intereses moratorios no son mecanismos financieros, además son ilegales; ya que constituyen una fuente de ganancia ilícita.

Es necesario proponer nuevos esquemas de negociación concertada entre banca, deudores y gobierno, con base en la capacidad real de pago de los ciudadanos y de las empresas y no en la búsqueda de altas utilidades para los bancos, que determinen reducciones a la deuda principal considerando su valor en el mercado secundario de cartera vencida, pues los bancos recurren a despachos de cobranzas y fijan un precio a las deudas según sus posibilidades de ser cobradas. Más aún, el gobierno ha adquirido de algunos bancos cartera vencida a niveles de hasta 39% de su valor nominal y ha empezado a rematar, vía Fobaproa, importantes activos de los deudores. Los deudores deben beneficiarse, en primera instancia, de la compra y venta de créditos emproblemados, beneficiándose de los sustantivos descuentos que se otorgan en dichas operaciones.

El acuerdo de apoyo inmediato a deudores (ADE) y en general los programas de apoyo a la banca han reconocido, de alguna manera, que las carteras vencidas constituyen un problema social, sin embargo, sus limitaciones principales residen en que son programas unilaterales, no negociados; con los que se intenta deslegitimar a las organizaciones de deudores además de que no modifica el modelo económico, ni las políticas de ajuste y estabilización, por lo que tampoco favorece la creación de condiciones económicas que hagan pagables las deudas.

  1. Bajar las tasas de interés

Es necesaria una profunda reestructuración del sistema financiero nacional que eleve su eficiencia y con ello reducir los costos de intermediación.

Debe desvincularse la política de tasas de interés a la necesidad de atraer capital externo especulativo.

El Banco de México debe regular los márgenes de intermediación y garantizar el otorgamiento de crédito, barato y oportuno, a las actividades productivas.

  1. Privatizaciones

Creemos indispensable suspender los actuales procesos de privatización que significan un gran riesgo para el patrimonio nacional: petroquímicas, electricidad, ferrocarriles, y aquellos que lesionan las conquistas históricas de los trabajadores y los precarios mecanismos nacionales para la distribución del ingreso, tales como la seguridad social y la educación pública.

Que el "Congreso de la Unión", debe revisar los procesos de privatización y de la política de concesiones llevada a cabo, controlar los que están en curso para evitar tantos negocios ilícitos y hacer que se respeten los preceptos constitucionales.

Legislar contra la existencia de monopolios. Hasta ahora el "Libre Comercio" y la "Competitividad" sólo se han aplicado selectivamente. Existen varios monopolios privados que actúan con ventaja ilegal en la economía, mientras la gran mayoría de las empresas enfrentan graves situaciones, estos monopolios mantienen sus niveles ilegales de ganancia y amplían sus redes de influencia a nuevos campos.

Redefinir el papel de las empresas públicas para hacerlas eficientes y autofinanciables, garantizando que contribuyan al desarrollo nacional. Revisar la participación del gobierno, trabajadores y ciudadanos en la gestión de las mismas.

Promover los controles ciudadanos y comités sindicales para combatir la corrupción y el despilfarro del patrimonio social. El combate a la corrupción debe de ser frontal y tener instrumentos apropiados, entre otros, el acceso público a toda la información sobre el manejo de recursos públicos y sobre el patrimonio de los funcionarios.

  1. Un sector público de la economía eficiente que sea palanca del desarrollo nacional

Reconstruir un sector público dinamizador y orientador del conjunto de la economía desde un proyecto nacional concertado democráticamente y de largo plazo.

Los recursos cuya propiedad es constitucionalmente de la nación deben ser manejados por el Estado y constituir una de las palancas del dinamismo económico. Las entidades públicas deben estar bajo control y supervisión del legislativo y con controles ciudadanos.

  1. Deuda Externa

La deuda externa debe ser reestructurada con base en el desarrollo real de la planta productiva del país del producto interno bruto, que deben determinar la capacidad de pago ante nuestros acreedores. La revisión y renegociación de la deuda externa debe de servir además como etapa inicial para la transformación del sistema financiero internacional, a partir de mecanismos internacionales que integren acciones conjuntas y concertadas de los deudores frente a los acreedores.

 

Los principales objetivos a lograr en la renegociación de la deuda deben ser:

  1. La política cambiaria

El objetivo es mantener un tipo de cambio real, evitando la sub y/o sobrevaluación. Debe evitarse que el tipo de cambio esté determinado totalmente por el mercado pues nos deja a merced de los especuladores. En la medida que la acumulación de reservas internacionales lo permitan se debe de sustituir el régimen de flotación por el de bandas de flotación.

  1. El TLC, la Apertura Comercial y la Seguridad Social

Es indispensable una revisión del TLC tal y como esta prevista en el mismo, para adecuarlo a una nueva política que no implique apertura indiscriminada ni facilidades incondicionales a la inversión extranjera; que considere el papel del Estado, la asimilación y desarrollo de conocimientos tecnológicos y de propiedad intelectual en beneficio de las micro, pequeñas y medianas empresas, de las comunidades y de la academia; y las medidas de emergencia por dificultades de balanza de pagos; así como las cláusulas que afectan la soberanía de México.

Incluir como parte sustancial del TLC el respeto a los derechos sociales y colectivos adquiridos y establecer los mecanismos, obligaciones y recursos para la homologación hacia arriba de dichos derechos entre los países miembros. El mismo tratamiento debe darse al asunto migratorio, al medio ambiente y a los derechos humanos.

Es urgente pedir la revisión del TLC aprovechando que los nuevos acuerdos mundiales de comercio agrupan a más de noventa países incluidos México, los Estados Unidos y Canadá, facilitan mejores condiciones para que México pueda redefinir sus relaciones con el exterior.

 

 

 

Asimismo, es necesario que en la revisión del tratado, a diferencia de la negociación original, exista una amplia participación de los sindicatos, de los trabajadores, y la definición de códigos sociales que lo regulen.

No se trata de volver al proteccionismo o de apoyar la ineficiencia, sino de aplicar una política más gradual y facilitar la competitividad en condiciones de igualdad.

La defensa de la independencia y la soberanía de nuestra patria se debe convertir en la razón ética y en la principal tarea de todo el pueblo de la clase trabajadora.

Adicionalmente, consideramos necesario que la desregulación y modernización del sistema financiero deben ser concertadas con los trabajadores del sector, priorizando un proyecto de alcance nacional para que el sistema de intermediación financiera opere, en razón de las necesidades de los acuerdos derivados de la concertación microeconómica, para que el ahorro y el financiamiento cumplan propósitos afines al desarrollo social del país. Rechazamos contundentemente la opción de una reforma de la seguridad social en México en función de los intereses de los capitales privados que no constituyen una respuesta verdadera que resuelva el problema de la seguridad social de los trabajadores, ya que su enfoque solo profundiza la injusticia social.

Nos manifestamos clara y decididamente por la construcción de una nueva opción que recupere y reoriente los propósitos históricos de la seguridad social como instrumento para la distribución del ingreso, que rescate la utilización del ahorro social para reactivar la economía en beneficio del país y, en suma, que vincule estructuralmente al propio sistema de seguridad social con la promoción del desarrollo económico y sobre todo con la generación de justicia.

 

  1. Política antiinflacionaria

En la medida en que se instrumenten las medidas y ajustes aquí propuestos, la inflación estará controlada, toda vez, que la enfrentaremos desde sus raíces profundas que están en la esfera de la producción o de los costos, y no como se ha hecho hasta ahora, deprimiendo la demanda con la caída de los salarios.

 

 

 

 

 

 

 

 

  1. PLAN DE ACCIÓN

Los cambios recientes que ha experimentado nuestro país y los que están en proceso, no son en forma alguna aislados ni espontáneos. Son consecuencia y parte de un proceso histórico en el que hemos actuado y por el que hemos pugnado diversas organizaciones sociales. La lucha por construir nuevas formas de convivencia, de representación y de legitimidad más allá del corporativismo, en la pluralidad y en la democracia, en la tolerancia, la participación y el respeto, no es algo que deba ser atribuido sólo a los partidos políticos o a la institución presidencial. Ha sido un amplio proceso colectivo en el que muchas de las experiencias y de los avances democráticos más importantes y ejemplares han estado y están sin duda, en el sindicalismo.

El sindicalismo mexicano es un movimiento plural, diverso y heterogéneo en el que concurrimos organizaciones con orígenes, trayectoria y memoria diversos, pero en el que finalmente nuestra razón de existir es siempre la representación de los trabajadores en su actuar laboral y productivo, pero también en su actuar social y político.

Para muchas de las organizaciones dentro del vasto movimiento sindical mexicano, cumplir y desarrollar responsablemente la representación de los trabajadores, nos ha exigido trascender los límites y fórmulas del corporativismo, reclamar una mayor autonomía y renovar nuestra iniciativa histórica, construyendo y encontrando nuevas posibilidades y opciones que, en la democracia, nos han permitido hallar mejores respuestas no sólo frente a las expectativas de los trabajadores, sino para resolver grandes necesidades y problemas productivos, de modernización, de calidad, productividad y competitividad de las empresas y del país.

Esto nos ha demostrado que la fuerza esencial de un nuevo sindicalismo, está precisamente en el ámbito productivo, en los centros de trabajo, desde donde debe ejercerse la representación de los trabajadores, desde donde deben reestructurarse y constituirse nuevas formas de organización sindical, desde donde deben de tomarse las decisiones y la participación de los trabajadores y en conjunto con las fuerzas sociales representativas impulsar la propuesta e instrumentación de políticas públicas para los diferentes sectores productivos.

 

 

 

 

 

 

En la Primera Asamblea Nacional de los Trabajadores, las organizaciones participantes hemos asumido un compromiso para retomar la iniciativa histórica de los trabajadores y conjuntar nuestros esfuerzos, voluntad y experiencias a efecto de impulsar y consolidar la transformación democrática del movimiento sindical mexicano y, a través de esta, impulsar a la vez la democratización de las políticas públicas y la definición de un nuevo pacto social que dé forma y sustento a un sistema político diferente y a un Estado plural y democrático, con contenidos y formas de representación social más ricos y eficaces que los del corporativismo, y acordes con las transformaciones que han ocurrido en México y en el mundo por lo menos durante los últimos quince años.

Retomar la iniciativa histórica significa para nosotros decidir, en un pleno y legítimo ejercicio de la autonomía sindical, la concertación de una serie de compromisos y objetivos mínimos que hemos identificado como estratégicos para emprender la construcción de ese nuevo pacto social, así como una convocatoria al gobierno, a los empresarios, a los partidos políticos y a otras fuerzas y actores sociales, para respetar y tolerar las nuevas formas de interlocución social y política y a los vínculos novedosos que los sindicatos nos proponemos en nuestras relaciones con ellos.

Con el gobierno, buscamos desde luego una relación seria e institucional, fundada en el respeto pleno e irrestricto de la autonomía sindical y en la concertación de una reforma del propio gobierno, de una reforma laboral-productiva que desmantele progresivamente las estructuras y prácticas de intervención y control oficial sobre los sindicatos; que deseche los mecanismos clientelares, la corrupción y la injusticia en el ejercicio de los derechos laborales y sociales de los trabajadores y de sus organizaciones.

Con los empresarios, buscamos un pacto social fundado en la revalorización del trabajo, del trabajador y del sindicalismo como fuerza productiva y social representativa y con opciones y respuestas frente a los problemas laborales y productivos de las empresas. Buscamos el compromiso de los empresarios con sus trabajadores, el respeto y el reconocimiento de las organizaciones sindicales y de su autonomía.

Con los partidos políticos, buscamos la definición de nuevos vínculos, que erradiquen las prácticas clientelares y la transgresión continua de la autonomía sindical. Sindicatos y partidos políticos debemos reconocernos como fuerzas substancialmente diferentes, con objetivos esencialmente distintos pero que podemos coincidir en torno de grandes proyectos y objetivos comunes en beneficio de nuestros representados y afiliados, que pueden ser finalmente las mismas personas, actores y comunidades.

 

 

 

 

Sindicatos y partidos políticos necesitamos converger en una profunda reforma del poder para su ciudadanización, democratización y desclientelización, para crear controles sociales sobre la autoridad y establecer redes inéditas de acción comunitaria y regional.

El gran viraje histórico en las relaciones entre los partidos políticos y los sindicatos, estaría dado fundamentalmente por la determinación de los partidos para convertirse en organizaciones representativas de intereses sociales y no sólo en instrumentos políticos y electorales al servicio de grupos y elites, así como en reconocer la existencia de organizaciones sociales diversas, con su propia autonomía e identidad. En este sentido la relación con las diferentes fracciones de diputados en la nueva cámara y con las comisiones, deberá ser un nuevo espacio de acción sindical.

Por su parte, otro cambio histórico de los sindicatos estaría dado fundamentalmente por su determinación para incursionar en una nueva acción política y social, sustentada en acciones organizativas y de interés cívico en comunidades y regiones.

Esta acción estará encauzada a la gestión ante autoridades, a reconocer, reivindicar y promover los valores y derechos humanos, los valores culturales, estéticos y artísticos. Reivindicar los derechos y la participación de la mujer, el apoyo a las personas de la tercera edad, atender la problemática juvenil e infantil, la de los discapacitados, de las etnias, etc.

Ese nuevo ámbito de la lucha sindical requiere nuevas formas de organización y de capacitación, la nueva formación de los activistas sindicales ocupara también una importancia relevante.

Con los medios de comunicación tenemos que relacionarnos más allá de ser noticia, crear vínculos permanentes y profesionales para informar y formar opinión para crear espacios de comunicación creíbles consistentes y coherentes. Los medios han tenido un papel importante en los cambios hacia la democracia, es un hecho que también se están desprendiendo de sus ligas corporativas y de control y están generando un fuerte respaldo para que la pluralidad se amplíe a cada vez más sectores de la sociedad, apoyar esta tarea, es en sí mismo apoyar nuestra lucha.

La acción internacional del sindicalismo es otra prioridad que debemos ahondar. Nuestro compromiso es participar en la reconstrucción y en el fortalecimiento del movimiento sindical internacional.

 

 

Creemos que frente a las circunstancias impuestas por la globalización de las economías, es indispensable la existencia de contrapesos sindicales y sociales fuertes y representativos ante el capital multinacional, que genere correlaciones de fuerzas favorables a los trabajadores y que reviertan la desigualdad social, económica y política existente en todos los países, y entre los países, que construyan opciones frente al desempleo, la desvalorización del trabajo, el deterioro salarial el esquirolaje y la competencia entre los trabajadores en prácticamente todo el mundo.

La creciente integración de las multinacionales se pone de manifiesto en políticas de alcance mundial que aprovechan las condiciones existentes en cada país en su propio beneficio eso hace destacar la urgente necesidad que tenemos los trabajadores de trascender las fronteras políticas y las barreras mentales que nos impiden actuar de manera unitaria.

Por ello buscamos acuerdos que nos permita consolidar frentes laborales de alcance internacional que enfrenten a un mismo patrón.

 

  1. EXHORTO DE UNIDAD SOCIAL

Cualquier intento de creación de nuevos vínculos con la sociedad y el impulso de su unidad pasa necesariamente por el fortalecimiento de la unidad del sindicalismo, unidad en la acción y en la movilización, unidad en la lucha y para el cambio, sin simulaciones y tutelajes.

Esta nueva actitud implica por tanto un compromiso profundo de reencuentro con la sociedad, en virtud del cual el sindicalismo replantearía sus relaciones con los más diversos actores, históricos y emergentes, buscando elaborar y coincidir con ellos en agendas de interés público y común. Existe un amplio espectro de demandas y expectativas sociales específicas y generales que sólo podrán ser resueltos mediante una acción combinada de actores, en la que el movimiento sindical puede converger. Estamos dispuestos a transformar la equívoca imagen del sindicalismo como movimiento social aislado y privilegiado, centrado en intereses limitados e incapaz de trascender los límites de su representatividad social.

A gobierno, empresarios, partidos políticos y otras fuerzas y actores sociales y políticos, los convocamos a esta iniciativa de transformación social y política en el marco de tolerancia y paz social elegido y ratificado por los mexicanos en las sucesivas contiendas electorales. Exhortamos a explorar nuevas formas de acercamiento y participación social, acudiendo al referéndum y al plebiscito para orientar las grandes decisiones que afecten a la mayoría de los mexicanos, es indispensable también crear formas de organización social que vigile y evalúe las políticas públicas.

La democratización de los consensos y los nuevos acuerdos sociales deberán de ser el nuevo sustento de la estabilidad y del proyecto nacional y el principal fortalecimiento de la soberanía.

A las cámaras legislativas, federal y estatales, las exhortamos a ser espacios de la discusión y de la voluntad ciudadana y no meras prolongaciones de las líneas y disputas partidistas.

Con los medios de comunicación, buscaremos la apertura de espacios que fortalezcan el diálogo, la información, los debates y la formación de consensos.

Existe hoy una situación política excepcional, con indicaciones muy claras de la ciudadanía, que debemos interpretar y cumplir sin vacilación ni desviaciones.

Existe una sociedad decidida y fuerte, que reclama cambios y que necesita ser representada por organizaciones responsables y de un gobierno sensible y resuelto, que supone hoy de un amplio margen de apoyo para emprender una serie de cambios económicos y políticos orientados a definir un nuevo pacto social, un nuevo Estado, una soberanía más fuerte y un combate estructural a la corrupción, a la ineficiencia y al autoritarismo.

Con nuestros propios cambios, los sindicatos hacemos un llamado de unidad a la sociedad para caminar juntos en este proceso histórico.

 

 

 

 

 

 

23 de agosto de 1997.

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